"Cipriani quiso agarrarse la plata del Hogar de Cristo" *

Hermano de fallecido Vargas Alzamora afirma que al nuevo cardenal no le interesan los pobres

Heidi Grossmann
 

Monseñor Cipriani, quien pronto estará en el Consistorio para que el Papa lo nombre Cardenal, ha demostrado ser, al igual que el mafioso gobierno anterior, un extraño "amante" de los pobres. Según el testimonio de Luis Vargas Alzamora, hermano del fallecido Cardenal Augusto Vargas Alzamora, y en base a una serie de cartas enviadas desde el Arzobispado de Lima, Juan Luis Cipriani, el hombre para quien los derechos humanos "son una cojudez", no sólo se encargó de hacerle la vida imposible a Augusto Vargas Alzamora hasta el momento de su muerte, sino que, además, pretende adueñarse del Hogar de Cristo, fundado por el fallecido Cardenal y obra de bien para más de 1,500 pobres.

A mediados de 1996, Vargas Alzamora, entonces Arzobispo de Lima, tuvo la idea de fundar en Lima el Hogar de Cristo con el apoyo del Inabif y de otras instituciones. Monseñor Vargas decidió hacer su proyecto con fondos independientes, pero sin que éste dejara de ser una obra de la Iglesia Católica. Pronto, Vargas Alzamora contaba con dos locales en Lima y dos más en Chosica y Huaral para los desvalidos y los niños de la calle, en donde recibían tres comidas al día y una cama por las noches.

Para hacerse cargo de la obra, escogió al sacerdote Martín Sánchez, su joven y entusiasta secretario personal. El Hogar, gracias al esfuerzo de Monseñor Vargas y al trabajo de Sánchez, empezó a recibir donaciones de importantes empresas, como los supermercados Wong, así como de algunos bancos.

Todo cambió cuando Monseñor Vargas Alzamora fue nombrado Cardenal y el Arzobispado de Lima pasó a manos de Juan Luis Cipriani. De pronto, y sin razón aparente, Cipriani decidió hacer una auditoría del Hogar de Cristo para "supervisar" el manejo de las donaciones recibidas. Asimismo, incómodo por la independencia del Hogar, empezó a presionar a Martín Sánchez y al mismísimo Cardenal para que el Hogar pasara a ser administrado por el Arzobispado de Lima, es decir, por él, además de encargarse de boicotear la ayuda ofrecida al Hogar.

"Augusto estaba muy preocupado porque cuando Cipriani fue nombrado arzobispo empezó a molestarlo. Hizo que el dínero que recibía el Hogar de Cristo, y estas son palabras de Augusto, se lo dieran al Arzobispado para manejarlo ellos. Augusto, por supuesto, les dijo que de ningún modo iba a permitirlo, porque eso era de los pobres. A partir de allí hubo una serie de conflictos con él", afirma Luis Vargas Alzamora, hermano del desaparecido Cardenal.

"Cipriani quiso agarrarse la plata del Hogar de Cristo", añade el indignado hermano del fallecido monseñor, quien además sostiene que Cipriani, con sus constantes arremetidas, causó grandes preocupaciones a Monseñor Vargas que mellaron su salud.

El Hogar abrió sus puertas como una entidad fusionada con Caritas de Lima. Sin embargo, ambas instituciones se separaron tiempo después. "Cuando Cipriani se encargó de Caritas, lo primero que hizo fue despedir a la mitad de empleados y no les pagó los beneficios que les debía. Como el que estuvo antes fue Vargas Alzamora, mandó a toda la gente que exigía su pago a cobrarle a mi hermano. La pobre gente iba al colegio La Inmaculada, donde estaba viviendo Augusto, con banderolas y pancartas, pidiendo que les pagaran. Augusto tuvo que pedir a un Cardenal amigo que le prestara el dinero y así fue como les pagó, cuenta también el hermano del desaparecido Cardenal.

Luis Vargas ha recuperado del escritorio de su hermano una serie de cartas cursadas entre Cipriani, su hermano y el padre Martín Sánchez. En ellas, se demuestra claramente la intención de Cipriani de apoderarse del control del Hogar, así como de deshacerse de la presencia de Sánchez como encargado de la institución. En una de ellas, escrita el 22 de mayo de 1999, Vargas le expresa a Cipriani su decepción, debido a que el entonces arzobispo de Lima había impedido que el ministro de Economía diera un decreto a través del cual el Hogar recibiera donaciones deducibles de impuestos.

"Sabes perfectamente que el Hogar vive sólo de donaciones, oponerte a esto es cerrar una fuente importante para favorecer a los que no tienen nada, que son los que el Hogar recibe. (...) Ahora se muestra claramente que lo que deseas es destruir esta obra, y te vales para eso aún de tu influjo político. Porque en realidad hay muchas otras obras pertenecientes a entidades que no son de la iglesia que gozan de este beneficio para sus fines de asistencia social", dice en la misiva el fallecido Augusto Vargas Alzamora.

"Una de las empresas que más apoyaba al Hogar era Wong. Mi hermano me contó que un día, de buenas a primeras, dejaron de entregarles las donaciones. Cuando mi hermano se reunió con ellos, le explicaron que les habían prohibido que apoyaran al Hogar, y que lo lamentaban mucho, porque realmente querían hacerlo. Cipriani se había encargado de eso, y lo había logrado porque en ese momento tenía el poder político de su lado", afirma también Luis Vargas.

Desde febrero de 1999, Cipriani venía exigiendo que se le otorgara el informe económico desde los inicios del Hogar de Cristo, así como su situación legal y contable. Una carta enviada por Cipriani al padre Martln Sánchez comprueba las intenciones del primero de apoderarse del Hogar de Cristo. La carta, fechada el 18 de marzo de 1999, dice: "El día 13 de marzo tuve con usted una larga conversación en la que me explicó cómo se produjo toda la evolución de su trabajo en Caritas, que luego dio origen al Hogar de Cristo. (...) Según su información, el Hogar de Cristo está totalmente desligado del Arzobispado de Lima y usted es el presidente del directorio y el Señor Cardenal es el presidente honorario del mismo. Como le indiqué el mismo día, luego de las detalladas consideraciones de orden canónico y moral, la presidencia de esa obra debe estar bajo la responsabilidad directa y ejecutiva del Arzobispo de Lima, para lo cual es necesario hacer las modificaciones en el estatuto.

Poco después, Cipriani le dijo a Sánchez, a través de otra carta (del 17 de mayo de 1999), que desligaría su trabajo en el Hogar de Cristo de la Iglesia de Lima.

"Toda la actividad sacerdotal está sujeta a mi autoridad. Asimismo, toda institución que se llama católica está sujeta a la información y, en caso de negligencia, a la intervención del Ordinario (Cipriani) del lugar", amenazó el entonces arzobispo a Sánchez.

Pero el problema de Cipriani con el Hogar de Cristo no era todo. Su incesante interés en el manejo de las donaciones llegó acompañado por su decisión de no pagar más el combustible de los automóviles asignados al Cardenal. El 14 de abril, la Sindicatura Eclesiástica envió una comunicación a Vargas Alzamora, en la que le decían que, "de acuerdo a lo dispuesto por la nueva administración -léase, Cipriani- los gastos de gasolina y mantenimiento de los vehículos serán por cuenta de los mismos usuarios". Esto significa que el Cardenal de Lima tendría que pagar la gasolina para ir a hacer misa, en vez de que la pagara la Iglesia con el dinero que disponía para ese fin.

El 27 de abril de 1999, Vargas Alzamora escribió otra de las cartas que hoy prueban la actitud de Cipriani. En ella, Vargas dice: "Me sorprende la minuciosa revisión de todo lo que he realizado en los nueve años que me desempeñé como arzobispo, y no pidiéndome a mí la información, como sería una forma de evaluar las motivaciones de mis tomas de decisión de estos años (...) sino a través de investigaciones de terceras personas que interrogan a los funcionarios que trabajaron a mi lado. (...) La única vez que tuve la iniciativa de pedirle su parecer sobre el deseo de contar con el sacerdote que durante un tiempo fue mi secretario, para que me acompañase en ocasiones que pudiera, sin perjuicio de su trabajo actual (...) su respuesta fue una carta, cuyos términos resultaban chocantes y preferí no contestar. Además de decirme que no le parecía bien, y que pidiera esa ayuda a los formadores del Seminario, me decía que no fuera más al Hogar de Cristo, obra en que dicho sacerdote, joven de 32 años, es el Capellán General, porque esperaba que le dieran informe detallado de la obra".

"Cipriani ni siquiera contestaba las cartas de mi hermano, a pesar de que era el Cardenal. A él nunca le interesó la obra que podía hacerse con los pobres, con los ancianos, con los niños de la calle. A pesar del bien que hacía mi hermano, que recorría los pueblos más recónditos para llevar ayuda, Cipriani se ensañó con él", dice Luis Vargas Alzamora.

A pesar de que Monseñor Augusto Vargas Alzamora no está para corroborar lo sucedido, sus cartas hablan por él y demuestran que Juan Luis Cipriani es, definitivamente, un hombre acorde con su vocabulario. No cabe duda de que el seguidor de Escrivá, el Cardenal del Opus Dei, prefiere enfrascarse en asuntos relacionados con el poder y el manejo económico en vez de dedicar su vida, como dice la doctrina cristiana, al servicio de los pobres.
 

EL FAVORITO CIPRIANI

El libro del sacerdote jesuita Juan Julio Witch, 'Rehén voluntario', da cuenta de un episodio, en medio del secuestro de 71 rehenes en la residencia del embajador japonés en 1997, que muestra con claridad el favoritismo del que gozaba Cipriani en el gobierno de Fujimori.

Desde la página 206, Wicht dice:

"Se me ocurre, entonces, que ha llegado el momento de que hagamos una invitación al cardenal Augusto Vargas Alzamora, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, para que nos haga una visita, aunque sea muy breve, en alguno de los días de la Semana Santa. La necesaria ausencia temporal de Monseñor Cipriani puede facilitar el pedido con las autoridades, al mismo tiempo que elimina cualquier posible especulación de los periodistas. Le hago un mensaje a monseñor Vargas Alzamora, en el que decía, aproximadamente:

"Querido Augusto: Monseñor Cipriani debe pasar la Semana Santa en Ayacucho. ¿Crees que te sería posible, a pesar de tus muchas actividades en la catedral de Lima, hacernos una breve visita pastoral, en cualquiera de los días de la Semana? Aunque sólo fuese por quince minutos. ¡Ojalá puedas hacerlo...! Es un pedido que te hago en nombre de todos los rehenes. Un abrazo: Juan Julio."

La respuesta me llegó indirectamente algunos días después: "Lo siento, no ha sido posible".

Su laconismo no explicaba gran cosa, pero en una entrevista que tuve con el cardenal luego de la liberación, me contó que había tratado de obtener el permiso para la visita, solicitándolo al gobierno, al ministro Palermo, a los jefes de la Policía Nacional. Pero sólo obtuvo respuestas ambiguas y dilatorias".

El texto habla por sí solo. A monseñor Augusto Vargas Alzamora, el Cardenal, no se le permitía la entrada a la residencia tomada por los emerretistas. El ingreso era exclusivo para Cipriani. ¿Por qué llamaron al arzobispo de Ayacucho?, ¿por qué no llamaron al Cardenal?", se pregunta el hermano del fallecido Cardenal, Luis Vargas Alzamora. Sus preguntas, probablemente, se quedarán sin respuesta.
 

* Publicado en el diario Liberación, Lima 19 de febrero del 2001, páginas 12-13.
 

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